Y esas preguntas ahí acumuladas
hasta que el caos llega sin aviso
patea tu puerta y entra
te deja de puro misericordioso
un par de parpadeos
ahí en el preámbulo de la sobrevivencia 
la bruma del aturdimiento
desparramado en la esencia de las cosas
que ruedan chillando o rompiendo la cabeza
la esforzada calma estoica
construida a fuerza de derrotas.
La caída de los héroes griegos ya son lágrimas.
Hay que resistir
poner la figura fastidiosa con esas palabras
inaudibles de molestas
que señalan como dedos
caminos más ciertos que este puto barro pastoso
aunque uno repugne a la gente cotidiana
sin dejarla pasar como agua estancada:
no es bueno para el espíritu sin advertirle                                         
que llueve y va a seguir sobre lo indecible
con más preguntas que respuestas por siempre
porque el dolor corta hasta las consonantes
arranca las vocales y deja ese destrozo
en las patrias íntimas que el tiempo describe
que en el fondo
está la nada misma con las penas muertas
esas que valían
la geografía de un cuerpo que propicia un corazón,
centro del universo
siempre con hambre.
 
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